Las redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter, por mencionar algunas, ofrecen a los usuarios información inmediata y globalizada, lo que anteriormente tardaba semanas en darse a conocer, ahora con un sólo «clic» se vuelven “viral” y el problema aquí, radica en la dificultad para discernir entre mitos y realidades. Día a día recibimos información pseudocientífica sobre infinidad de temas, incluidos los pertenecientes a las ciencias de la salud.
Por ejemplo, las dietas milagro que ofrecen resultados instantáneos y sin fundamento científico, solo provocarán el desbalance metabólico del organismo, lo que repercutirá en nuestra salud. Aclarado lo anterior, la siguiente información tiene como finalidad mostrar, el miedo infundado a los carbohidratos, mejor conocido como carbofobia: Evitar comer alimentos ricos en carbohidratos simples o complejos (hidratos de carbono) por temor a subir de peso.
En primer lugar, están quienes promueven la necesidad de disminuir o hasta eliminar el consumo de carbohidratos, por supuestas intolerancias a nivel intestinal. Las principales patologías que se relacionan con una mala digestión de estos son la enfermedad celiaca, mejor conocida como intolerancia al gluten, cuya fisiopatología es de origen autoinmune (ataque de células sanas por parte del sistema inmunológico), derivado por una cuestión genética (de origen hereditario), que se presenta en las primeras etapas de vida y, se resume en la incapacidad para metabolizar el gluten, el cual, es una proteína presente en el trigo, cebada y centeno. Entre otras patologías relacionadas con el consumo de carbohidratos, encontramos las afecciones provocadas por la deficiente absorción de lactosa (azúcar de la leche). El cuerpo necesita una enzima llamada lactasa para poder digerir la lactosa y, las alteraciones de dicha enzima se relacionan en la mayoría de los casos con una disbiosis intestinal (perdida de microorganismos beneficiosos), la cual se favorece con el consumo de prebióticos y probióticos.
En segundo lugar, se encuentran las dietas para el control de peso que tienen su fundamento en la reducción y casi la eliminación de los carbohidratos de la alimentación. Recordemos que algunos de los puntos de la dieta correcta son que tiene de ser suficiente (en cantidad y calidad), completa (alimentos de todos los grupos) y equilibrada (adecuada distribución entre proteínas, carbohidratos y lípidos), por lo tanto, un plan de alimentación para reducción de peso, no tendrá éxito sino cuenta con las calorías suficientes a base de cereales, lácteos, frutas y verduras, además de un promedio de entre 45 y 60% del total de calorías provenientes de los carbohidratos. Según las recomendaciones de la Organización Mundial para la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés).
La importancia de los hidratos de carbono, radica en que son la principal fuente de energía de nuestro organismo: el cerebro por sí solo consume en promedio el 25% de los carbohidratos y, para nuestros músculos, también son el sustrato energético predilecto y más todavía si realizamos actividad física. Al eliminarlos de nuestra alimentación, no solo nos vamos a sentir somnolientos y cansados, también se afectará el metabolismo (cambios químicos a nivel celular), lo cual provocará un estado de ahorro en nuestro organismo, que se define como un aumento de peso, debido a que el tejido adiposo es la manera en que nuestro cuerpo almacena energía.
El principio de las dietas cetogénicas (alta en grasas y baja en carbohidratos) recae en la teoría que: una restricción de hidratos de carbono en nuestra alimentación obligaría al organismo a utilizar la reserva de grasa que almacenamos, para transformarla en glucosa (hidrato de carbono) y así satisfacer las necesidades de energía “rápida” en nuestro cuerpo. Pero, múltiples estudios han demostrado que esto no ocurre así, sino que antes de comenzar a utilizar las grasas de reserva en el tejido adiposo como fuente de energía, se utilizarán las proteínas almacenadas en el musculo, lo que causaría perdida de la masa muscular con sus respectivas repercusiones.
Antes de iniciar un plan de alimentación es primordial que un equipo multidisciplinario en ciencias de la salud realice una valoración clínica, para poder ofrecerte la mejor estrategia a seguir. Recuerda que no se trata de “hacer una dieta” o eliminar macronutrientes, el objetivo es un cambio en tu estilo de vida y así, mantener tu organismo en un óptimo estado de salud.