Los fuegos artificiales son muy divertidos para los seres humanos, pero cuando es época de fiestas, casi la mitad del número total de mascotas sufre de mucho estrés.

Algunos perros y gatos se sobresaltan con ruidos fuertes y no comunes ya que tienen un sentido auditivo más fino y agudo que el del ser humano y esto los hace más sensibles a los sonidos. Los gatos tienen aún mejor oído y pueden percibir mayores frecuencias que los perros.

Al escuchar el ruido de los fuegos artificiales, algunas mascotas tratan de huir o escapar y lamentablemente terminan atropelladas o extraviadas. Si están solas en casa, hasta pueden llegar a lastimarse al romper artículos del hogar.

A diferencia de los seres hunos, los animales no tienen la capacidad de racionalizar su ansiedad, por lo que sufren una forma intensa de terror y como consecuencia presentan taquicardia, temblores, falta de aire, náuseas, aturdimiento, pérdida de control de sus movimientos, estrés y miedo a morir. Algunas mascotas demuestran su miedo ladrando o gruñendo, sus reacciones pueden ser diferentes sin importar la raza, edad o sexo.

El ruido emitido por los fuegos artificiales no es lo único que les causa miedo; los truenos de las tormentas o el ruido intenso del tráfico les produce estrés. El estrés se identifica cuando tratan de huir, se esconden y buscan refugio, empiezan a temblar, ponen su cola entre las patas, escarban o rascan, o hacen movimientos sin control.

No se conocen bien las razones por las cuales algunos perros sí sufren con estos ruidos y otros no, pero la mayoría de las teorías apuntan a la agudeza de sus sentidos. Otro motivo puede ser por la falta de costumbre a este tipo de ruidos o a la sobreprotección por parte del dueño hacia su mascota. Si nuestro animal percibe que su dueño está tranquilo, él también lo estará.

Algunos dueños acostumbran a sus mascotas a escuchar ruidos fuertes desde que tienen entre tres semanas y tres meses de edad para que no sufran de esta experiencia traumática que puede causar hipersensibilidad en el oído y hasta dañarlo de forma irreversible.

Hay que recordar que el miedo es normal y que se pueden tomar precauciones para que no se convierta en una fobia que, en casos extremos, puede conducir hasta a un paro cardiaco.

Una mascota sana es una mascota feliz

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