Todos conocemos la historia de alguna mujer que vende por catálogo, especialmente en zonas urbanas, pero pocos hemos escuchado sobre las emprendedoras en pueblos originarios de nuestro país. Carmen Erape, originaria de Chilchota, Michoacán, es uno de los ejemplos más sobresalientes.  Orgullosa purépecha, desde niña, quiso trabajar, aunque en su comunidad no era común que las mujeres lo hicieran. A los 10 años decidió que no dejaría que las limitaciones económicas marcaran su destino.

Carmen comenzó su camino vendiendo productos de belleza para ayudar en casa. Lo hizo junto a su mamá, quien la guiaba y supervisaba, mientras recorría su comunidad entregando pedidos, aprendiendo a negociar y, sobre todo, descubriendo que podía generar su propio ingreso. Una prima la invitó a sumarse a Avon, y así inició una trayectoria de 34 años en la venta directa, hoy también con Natura, que le ha permitido sostenerse económicamente, construir su propia casa y alcanzar la independencia, inspirando a otras mujeres y hombres de su comunidad.

“Decían que las mujeres que hablamos purépecha no podíamos avanzar porque no dominamos el español. He logrado salir adelante, desarollándome y generando ingresos; además,  en mi lengua puedo convencer a otras mujeres para lograrlo. ”, cuenta Carmen con orgullo.

Su labor ha ido mucho más allá de las ventas: ha reunido a más de 130 personas en su equipo, ha enseñado a otras mujeres a administrar su dinero y ha demostrado que un negocio de venta directa puede ser la llave para la independencia económica en armonía con su identidad cultural.

Hoy, Carmen sueña con que en su comunidad no se pierda el purépecha y que más mujeres, y también hombres, vean en este trabajo una forma de aportar al hogar sin dejar de lado sus raíces.

El camino ha sido complejo pero cada paso recorrido le ha retribuido. Entre viajes a pie, en transporte público y muchas veces con la incertidumbre de si llegaría el pago, Carmen ha aprendido a manejar computadoras, coordinar equipos y mantener su negocio en movimiento, incluso en momentos complicados. “Me motiva pensar que siempre puedo seguir creciendo, que puedo invitar a más personas a tener lo que yo he logrado”, asegura.

La historia de Carmen es la prueba de que el emprendimiento no entiende de fronteras, de idiomas o de estereotipos: entiende de determinación, de ganas y de creer que es posible.

Write A Comment