La piel va tomando madurez conforme crecemos, existen hábitos erróneos que pueden causar afecciones cutáneas desde que nacemos si no dejamos de practicarlas.
Tallar la piel, utilizar productos inadecuados y la exposición directa al sol, pueden incrementar las molestias de algunas afecciones cutáneas.
La piel es uno de los órganos más maravillosos en el ser humano y entre la semana 15 y 18 de gestación, es prácticamente transparente dentro de la panza de mamá. La piel humana es sumamente importante desde que aparece en nuestro desarrollo, ya que a lo largo de 9 meses está sumergida en líquido amniótico y al nacer, esta hace contacto con el oxígeno para empezar su función como barrera protectora, termorreguladora del organismo y brindar protección mecánica e inmunológica a nuestro cuerpo.
Cuando nacemos, la piel no está en su cresta máxima de protección, por lo que es común observar cómo con el paso de los meses esos toques blanquecinos denominados vérnix con los que nacemos envueltos, se va deshaciendo a lo largo de los primeros meses de vida.
Para entender la diferencia principal entre la piel de un bebé y de un adulto, es el elemental saber qué es la dermis; la capa de la piel encargada de conducir calor, del dolor y del tacto. En un neonato, esta es muy fina y sus estructuras nerviosas y vasculares están desorganizadas; además, sus fibras colágenas son de menor tamaño y sus fibras elásticas inmaduras.
En México existe una gran tendencia a desarrollar afecciones de la piel como dermatitis atópica desde la etapa lactante. Esta puede aparecer por herencia y es necesario diagnosticarla desde las primeras etapas de vida para atenderla.
“La piedra angular para tratar pieles sensibles, atópicas o reactivas está en tener una humectación diaria con productos emolientes que le brinden a la piel un manto hidrolipídico saludable con un pH equilibrado. Recuerda ser selectivo con los productos con los que cuidas tu piel”, Beatriz Magrassi, dermocosmiatra de Sopharma pH5.
La piel extra seca es otra de las afecciones comunes, esta se irrita y enrojece mostrando brotes tipo sarpullido y la dermatitis seborreica, que puede aparecer desde el momento de nacimiento. Es importante darle seguimiento médico ya sea con un médico general, pediatra o dermatólogo que pueda dar un tratamiento específico; sin embargo, la ciencia coincide que es vital mantener una humectación correcta en la piel para mejorar las molestias más allá de un tema estético.
¿Qué debemos evitar en el cuidado de la piel de un bebé?
Cuando lo bañes, revisa que el agua tenga la temperatura correcta. La piel nueva es muy sensible, por lo que lo mejor es utilizar agua tibia. Siempre controla la temperatura con el codo.
Revisa bien las etiquetas de los productos que utilices para su baño. Es muy importante revisar etiquetas y conocer los ingredientes dañinos para la piel. Aléjate de aquellos que indiquen tener parabenos, aceites minerales, perfumes, formaldehídos e Isotiazolinonas, ya que está comprobado por la FDA que el uso prolongado de estos ingredientes sensibiliza la piel y podrían agravar el cuadro.
No lo talles. Los bebés tienen una capa sebácea en la piel a la que se le conoce como vérnix; esta es normal. Si tallas esa piel nueva con jabones comunes o con un trapo húmedo, puedes lastimar la dermis gracias a la fricción. Recuerda que esta capa irá desapareciendo conforme la piel madura en el primer año de vida. Utiliza geles de ducha que no alteren el pH de la piel y que no contengan perfumes ni colorantes.
No lo expongas al sol directamente. Los baños de sol son importantes para un bebé porque así se elimina el exceso de bilirrubina en sangre y permite que absorba vitamina D. El exponerlo al sol no implica hacerlo directamente, se recomienda hacerlo a través de una ventana con la resolana por un lapso de entre 7 y 10 minutos al día antes de las 10 de la mañana y después de las 4 de la tarde.